sábado, 30 de abril de 2016

1843. Asesinato de Michael Hines. Carta de su viuda a Manuel Oribe.

Jorge IV

Michael Hines fue muerto a tiros en 1843. Enseguida se pensó en Manuel Oribe, que mataba de vez en cuando por mandato de Rosas a los disidentes emigrados a la Banda Oriental. Pero aparentemente no fue él, puesto que Oribe tomó a dos presuntos asesinos y los fusiló a pesar de los ruegos de la propia viuda en su favor. Ella misma alude a una fragata inglesa que entró al puerto y luego desapareció. A partir de este crimen hay investigadores que dicen que Hines fue muerto porque era el primogénito de Jorge IV, de su casamiento anulado con la bella y católica María Ana Fitzherbert (1785). Dado que su matrimonio posterior no trajo un heredero, la corona pasó a los primos protestantes, puesto que si se lo reconocía a Michael Hines hubieran tenido Rey católico.

Colonia del Sacramento, 22 de agosto, 1843
A Don Manuel Oribe en propias manos
No le agradezco, Oribe, su orden. No calma mi pena por la muerte de Miguel. La aumenta con el sentimiento de causar más dolor y a usted la pérdida de dos de sus soldados.
Tal vez, a fuerza de batallas, usted le da a la muerte valor de intercambio, para conseguir algo. Las mujeres, que siempre sentimos a los hombres como hijos o como novios o como hermanos, vemos a cada uno tan valioso que no puede trocarse por nada. Ni por una victoria más ni por un enemigo menos.
Miguel ha muerto. Privado está de la vida -que tan bien usaba- y yo privada de él. Ahora es así. Tengo que aprender a vivir sin su presencia. Las venganzas no ayudan: ni pensar en ellas ni cometerlas. De nada resarcen.
Es cierto que además del dolor, a todos en casa nos ha dado miedo su asesinato. Miedo, como dan los misterios. Era querido y bueno. Y lo han matado. Pero no se nos pasará el miedo ni el dolor porque usted mande fusilar a esos dos hombres.
Tal vez, ni siquiera lo asesinaron ellos. La noche del crimen se vio una fragata inglesa, me han dicho, fondeada cerca del puerto. Al amanecer ya no estaba. Eso es parte también del misterio y del miedo.
Sé que usted interviene en esta aflicción de mi familia a instancias de Norberto. Conozco la amistad que lo une a mi yerno. No se deje obligar por ese afecto. Norberto demanda justicia por la muerte de mi marido. Yo lo excuso, general, de pretenderla. Matar es sólo un miedo hacia algo que pretendemos suprimir; pero nunca la justicia acompaña a la muerte ni hay justicia que la repare.
Muertos, sus hombres quedarían -según este último renglón escrito de sus vidas- signados como criminales. Vivos podrán hacer algo que los redima, si lo fueron. Escúcheme, aunque ellos fueran los asesinos -que no lo sé- me basta perdonarlos. Deles esa oportunidad, don Manuel. No los fusile.
María Hines

1828. Michael Hines, precursor de la Navidad en Buenos Aires. Bastardo real y suegro de Carlos Guido y Spano. Revista Perfil.


Michael Hines, precursor de la Navidad en Buenos Aires.
El suegro del poeta Carlos Guido y Spano fue el introductor de la costumbre del árbol de navidad en Buenos Aires como lo relata la Revista Perfil:
El hijo bastardo de un rey y el primer árbol de Navidad de Buenos Aires
Cómo se adoptó la tradición anglosajona del símbolo navideño en suelo criollo. Una historia de abandono, pasión y coraje.
Por Darío Silva D'Andrea
El 24 de diciembre de 1828 una luz muy brillante atravesó las ventanas de una casona -ubicada en las cercanías de la avenida Belgrano y calle Bolívar-. Grupos de vecinos corrieron alertados al lugar, esperando ver un incendio, pero lo que se encontraron los sorprendió.
Una familia -dos niñas llamadas Josefa y Sofía, su madre uruguaya y un inglés- estaba reunida alrededor de un gran árbol iluminado y adornado: un árbol de Navidad. El hombre de la casa había exportado una tradición anglosajona, e instalaba así el primer símbolo navideño en suelo argentino. Pero ocultaba una historia mucho más curiosa.
 Veintiún años atrás, una columna de soldados británicos, a cargo del teniente coronel Duff avanzaba por la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre) con la orden de apropiarse de cualquier edificación para establecer allí un fuerte.
 Llegando a la actual Carlos Pellegrini, se encontraron con la iglesia de San Miguel Arcángel, en la cual intentaron entrar, sin lograrlo. Los porteños comenzaron a disparar desde sus casas -con todo lo que tenían a mano- y, sin apenas darse cuenta, Duff perdió a ochenta de sus cien hombres. A las cuatro horas, los ingleses se rindieron.
 El joven soldado Michael Hines -de 18 años- cayó herido de gravedad en el atrio de la iglesia. Don Jorge Terrada, un vecino que vivía en lo que hoy es Suipacha 55 decidió llevarlo a su casa y curarlo.
 Se dice que la propia señora de Terrada lo llevaba a tomar aire y sol en su propio coche, y luego de varias semanas, Hines comenzó a trabajar en el negocio de los Terrada. Bien recuperado, su familia adoptiva se enteró de la verdadera identidad del joven.
 Había nacido en Dublin (Irlanda) en 1789, y fue criado por Mary Hines, ignorando quiénes eran sus padres. Ella lo tuvo hasta los 18 años, llamándolo Michael y dándole su propio apellido.
 Al llegar a esa edad, ella decidió revelarle su identidad, diciéndole el nombre de los padres, dándole un documento que certificaba su origen y un anillo. Así se enteró Michael que su padre era nada menos que elPríncipe de Gales (luego rey Jorge IV de Inglaterra) y que su abuelo era Jorge III, el “Rey Loco”.
 El nombre de su madre nunca se supo, aunque en 1789 Jorge de Gales se había casado secretamente con la hermosa y joven viuda Mary Fitz-Herbert, matrimonio considerado nulo, ya que violaba las leyes de la Corona. Como buen irlandesa, era católica, cualidad prohibida para alguien de la realeza inglesa.
 En 1795, el príncipe se casó con una prima, pero fue un verdadero desastre que costó años de escándalos y peleas. La esposa lo acusó en 1806 de tener un hijo ilegítimo con una irlandesa, que bien podría ser el Michael de esta historia.
 Al enterarse Michael de quién era su padre, viajó a Londres, ciudad que por entonces hervía de júbilo debido a la conquista de Buenos Aires. A orillas del río Támesis, rompió en mil pedazos el documento que probaba su genealogía y, junto al anillo, lo arrojó al agua. Decidió para siempre olvidarse de su procedencia, y enrolarse en las fuerzas armadas que invadían Sudamérica.
Lo que no sabía es que no llegaría a Buenos Aires como soldado victorioso, sino como un combatiente herido adoptado por una humilde y amorosa familia criolla. Libre en Argentina, inició un negocio de compra y venta de maderas, y conoció a la mujer de su vida, María González, con la que se casó.
 Su casa en Buenos Aires estaba en el barrio de Santo Domingo, el más elegante en ese entonces, y frente a la Manzana de las Luces (Alsina y Perú). Fue en esa casa que en la noche del 24 de diciembre de 1828 se vio una gran iluminación, increíble para la época. Tanto que los vecinos corrieron, pensando que era un incendio.
 La verdad es que en la sala de la casa había un enorme abedul con decenas de velas encendidas, adornos, estrellas plateadas y regalos. Había nacido el primer árbol de Navidad en Buenos Aires. Su creador, el hijo bastardo de un rey.
(*) Periodista, especial para Perfil.com

1789- 1843. Michael Hines, suegro del poeta Carlos Guido y Spano.



1789- 1843. Michael Hines, suegro del poeta Carlos Guido y Spano.
Carlos Guido y Spano se casó dos veces, primero con María Isadora Hines González Amores, uruguaya de origen, quien murió de fiebre amarilla, y luego con Micaela Lavalle Darregueyra.
María Isadora González Amores era hija de Manuel González Amores del Huerto y de Teresa Muñiz.
Se conocieron en el Departamento de Colonia, Uruguay, dado que Michael administraba y compartía negocios agropecuarios con el Almirante Guillermo Brown, quien tenía estancias en esa zona.
La vida de Michael Hines es muy colorida y misteriosa y ha sido reseñada en libros y en artículos. Recientemente en el diario La Nación y la revista Perfil.
Diario La Nación:
 Michael Hines tenía 18 años cuando llegó a Londres, en septiembre de 1806, proveniente de Dublin, con el anillo y la cédula que certificaban que era hijo bastardo del futuro rey de Inglaterra, Jorge IV. Su arribo coincidió con festejos porque en la principal ciudad británica paseaban el botín que Beresford había capturado en Buenos Aires. Entusiasmado, Hines tiró el anillo al Támesis y se alistó entre los soldados que partirían en la segunda expedición. Decidió que con una espada, y no con el anillo, le mostraría a Inglaterra quién era.
Buenos Aires ya había sido reconquistada por Liniers, pero los ingleses no lo sabían y partieron rumbo a lo que creían era su nueva colonia. No fueron bienvenidos. El hijo del príncipe heredero integró las tropas rechazadas en las jornadas de la Defensa de Buenos Aires. Cayó herido a cinco cuadras de Plaza de Mayo. Un vecino, Jorge Terrada, lo levantó de la calle y ordenó que lo curaran. El joven fue empleado en el comercio de Terrada. Casó con María Isadora González en 1814. Se quedó en el Plata para siempre. 

La tradición lo señala como un precursor navideño. La costumbre en nuestro territorio, consistía en armar el pesebre. Pero en diciembre de 1828, Hines agregó un nuevo accesorio: montó el primer arbolito de Navidad en la ciudad. Era un abedul lleno de velas, adornos y regalos para sus tres hijas que instaló en el patio de su casa, ubicada frente a la célebre Manzana de las Luces (Alsina y Perú).